(Otro) Ensayo sobre la ceguera.

¿Qué es la religión?  

Se supone que el concepto de religión tiene su origen en el latino religío y se refiere al credo y a los conocimientos dogmáticos sobre una entidad divina, implica un vínculo entre Dios y el hombre y de acuerdo a sus creencias, la persona regirá su comportamiento según una cierta moral e incurrirá en determinados ritos; pueden consultarlo en Wikipedia.

En México la religión ha existido desde que los Aztecas no eran Aztecas, antes de que nuestro país se llamara Estados Unidos Mexicanos, antes de que Hernán Cortés le diera en su madre a los Aztecas y se apropiara de sus mujeres, sus tesoros y su tierra… y les impusiera (el no pero si los españoles) a una virgen con características de la Virgen del Rosario, de la Natividad y de otras europeas; traía “tunning” la virgencita; (ya ven que la hicieron morenita, chaparrita y de complexión media, no como las güeras europeas, ya ven la de Fátima como les quedó, se parece un buen a la nuestra, solo que con ropas finas y güera ojiverde, elegante la condenada), además se inventaron la historia de que la madrecita de México se le apareció al indígena Juan Diego en el cerro del Tepeyac (donde casualmente nuestros amigos indígenas adoraban a Tonantzin que quiere decir “nuestra madrecita”, ¿les suena familiar?)… ¡Exacto!, desde siempre nos han visto la cara de pendejos los que controlan la vida de este país, hemos vivido engañados, nos crearon la cultura de “conquistados”, de tenerle miedo a algo, de ser temerosos de Dios y del gobierno, es decir, si nos portamos mal nuestro Dios nos va a castigar, manda oficio, exhorto, carta rogatoria o lo que sea al Tepeyac y le dice a la virgencita, (que tiene su bitácora con nuestros nombres y direcciones como el INE, por si la cagamos), ve y castiga al que escribió esto porque no cree en la religión católica; es entonces cuando me mandan a los ángeles judiciales a cumplir la orden. (Ojala no me den hidroterapia, ya ven que eso deja idiota).

Según cuenta la leyenda, Tonantzin (así se refirió a ella) se le apareció al indígena este en tres ocasiones entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 (seguro comió nopales con helada de Milpa Alta y por eso alucinaba), y luego luego quedo estampada la figura de la morenita en su manta, tilma o como se llame, y de ahí nació todo el desmadrito ese de que los mexicanos ya tenían madre santa a quien adorar. Casualmente la imagen que se encuentra en la Basílica no es la milagrosa, pero bueno, ahí síganle.  

Por ahí existió un fray Bernardino de Sahagún (que estaba bien pinche loco), y decía que la adoración de Guadalupe era “herética”; escribió que, todavía los indígenas a Guadalupe la llamaban “Tonantzin” en vez de “Nuestra Señora, la Madre de Dios”, este cuate creía que la acepción “Nuestra madrecita” se usaba para referirse a la Tonantzin antigua. “su devoción es sospechosa porque en todas partes hay muchas Iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente.” O sea, creía que venían a adorar a la Tonantzin que sepultaron con su pinche iglesia, y a lo mejor sí, pero de que los hicieron cambiar de opinión no hay duda.

En 1883 Joaquín García Icazbalceta, un historiador de esos que ya no hay, con mucho valor (huevos le llaman algunos, y que además era bien católico), le mando un pequeño escrito como de 20 hojas al arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos titulado “Carta Antiaparicionista” en la que entre otras cosas le dice lo siguiente:

“…Católico soy; aunque no bueno, Ilmo. Sr., y devoto en cuanto puedo, de la Santísima Virgen; a nadie querría quitar esta devoción: la imagen de Guadalupe será siempre la más antigua, devota y respetable de México. Si contra mi intención, por pura ignorancia, se me hubiese escapado alguna palabra o frase mal sonante, desde ahora la doy por no escrita. Por supuesto que no niego la posibilidad y realidad de los milagros: el que estableció las leyes, bien puede suspenderías o derogarlas; pero la Omnipotencia Divina no es una cantidad matemática susceptible de aumento o disminución, y nada le añade o le quita un milagro más o menos.

De todo corazón quisiera yo que uno tan honorífico para nuestra patria fuera cierto, pero no lo encuentro así; y si estamos obligados a creer y pregonar los milagros verdaderos, también nos está prohibido divulgar y sostener los falsos. Cuando no se admita que el de la Aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe (como se cuenta), es de estos últimos, a lo menos, no podrá negarse que está sujeto a gravísimas objeciones. Si éstas no se destruyen (lo cual hasta ahora no se ha hecho), las apologías producirán efecto contrario.

En mi juventud creí, como todos los mexicanos, en la verdad del milagro: no recuerdo de dónde me vinieron las dudas, y para quitármelas acudí a las apologías: éstas convirtieron mis dudas en certeza de la falsedad del hecho. Y no he sido el único. Por eso juzgo que es cosa muy delicada seguir defendiendo la historia. Si he escrito aquí acerca de ella, ha sido por obedecer el precepto repetido de V.S.I. Le ruego, por lo mismo, con todo el encarecimiento que puedo, que este escrito, hijo de la obediencia, no se presente a otros ojos ni pase a otras manos: así me lo ha prometido V.S.I.

Me repito de V.S.I. afectísimo amigo y obediente servidor, que su pastoral anillo besa.

Joaquín García Icazbalceta”

Es decir, desde hace casi dos siglos alguien ya cuestionaba esto de la “aparición” de la virgen en el Tepeyac, pero el Estado y la Iglesia se han empeñado en mantener a “su pueblo” en la completa ignorancia como pasa en la época moderna, en la que parece que todo vestigio de Tonantzin ha quedado borrado de la memoria colectiva aunque se acuda año con año a visitar a la “Patrona de las Américas” por pura devoción.

Es común observar en la ciudad muros donde la “morenita” ocupa un lugar sustancial, o ahora convertida en un elemento “chic” de la cultura mexicana, bordada en algún vestido o bolso de un diseñador famoso, bautizando la tienda de la esquina, la tortillería o el taller mecánico, en las esquinas de los barrios construyen nichos para adorarla, (o sea, no se apareció, no llego en la toalla, manta o vestido, no, se construyó un nicho de ladrillo y una imagen de yeso a la que en plegarias le suplican que interceda por sus hijos), cantinas con el nombre de Guadalupe… una, que con toda propiedad se llama la Glupana, juego de palabras entre el glu-glu y la señorita del Tepeyac, también plasman imágenes en las esquinas para que la gente respete chingada madre, ¡no tiren basura ahí!, los automovilistas cuelgan su imagen en el retrovisor para que los acompañe en sus viajes, en los hogares las familias que le dedican un lugar especial para que los proteja, (aunque existe algo más seguro que se llama alarmas vecinales), o bien, aparece en la fachada de los comercios donde se escribe su nombre y en las actas de nacimiento de los hijos de los religiosos, es símbolo de lo sagrado y lo profano, de lo humilde y majestuoso, de lo esplendoroso y lo más pobre y llano, la Virgen de Guadalupe o Emperatriz de América, es un emblema de nuestra cultura, es algo nacional, símbolo del por qué cada año se levantan clamores al cielo, se caminan kilómetros y kilómetros de distancia (a pie, a rodilla, en bici, en coche, en hombros, rodando, como sea) para rezarle a la madrecita y agradecerle por la comida y los milagros concedidos en el año; (vale verga que hayas trabajado como burro, que te hayas desvelado, que te hayas tenido que levantar a las 4 am para llegar a tu trabajo porque la peregrinación no te deja pasar, no, ella te dio lo que posees).

Esta fecha me recuerda a un 10 de mayo cualquiera, día en el que pase lo que pase vas a comprar aquella lavadora, licuadora o plancha para tu madrecita santa, aunque lo que ella necesite sea un par de dientes porque la edad ya no le permitió conservar sus piezas dentales completas, me recuerda que el mexicano nada mas se acuerda de que tiene madre cuando la necesita... Los demás días importan poco.   

Cada quien su fanatismo, creencias o religiosidad pero… creo que el gobierno debería asignarle rutas específicas a los peregrinos para su llegada a la Basílica, es decir, no deberían permitir que acaparen las calles más saturadas como Circuito Interior, Zaragoza, Periférico, Constituyentes etc., cada año es lo mismo, avenidas saturadas de personas y tránsito de vehículos, (de por si ven que el defeño quiere ir en el coche hasta a las pinches tortillas); las calles quedan llenas de basura, algunos hasta hacen del cuerpo en la banqueta o en un árbol como en el pueblo, van como animalitos, se atraviesan cuando deben esperar, son violentos, muy religiosos pero violentos; creo que deberían obligarlos a respetar, ¿no que en México las leyes son para todos?.

Ah sí ya me acorde que existe una mamada llamada usos y costumbres que como limitan la impartición de justicia y le han dado en la madre a nuestro país.


Coman frutas y verduras y nos leemos la próxima. 

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